Ignoro como situarme ante ti,
reclamar algo que te pertenece
y que alguien te ha robado.
Ignoro como situarme ante ti,
reclamar algo que te pertenece
y que alguien te ha robado.
No me atrevo a mirarte,
siento vergüenza,
me considero culpable
y no te he hecho nada.
Nada, ni siquiera te he mirado,
siento vergüenza.
Yo no sé cómo se reclama tu derecho,
el más importante,
el único que nos iguala:
el derecho a vivir.
Desconozco como se pide,
y, sin embargo, sé que debería hacerlo,
gritarlo, reclamarlo,
llorarlo, si es necesario rogarlo.
Porque es tu derecho,
y si han de quitarte algo
que sean las lágrimas del horror,
los suspiros de la agonía.
Se me llena la boca de palabras,
de solidaridad, seguridad,
ayuda y colaboración.
Y, ¿sabes?
No hago nada, ni siquiera lo exijo,
y vuelvo a ver un amanecer
preguntándome si tú lo ves,
si acaso sabes que cada día amanece,
que detrás de la luz que nos regala
existe una vida,
un derecho a vivirla
que, para ti, en cambio,
ha de ser un derecho solicitado,
cuando no lo entiendo,
no comprendo que pueda ser un derecho,
en todo caso de conservación
y de seguridad permanente,
algo que es tuyo,
la vida, y la ilusión de vivirla.
No puedo ver pateras, ni batallas,
violaciones o ablaciones,
ausencias, raptos y mentiras,
refugiados, campos y concentraciones.
No puedo, porque no debo
admitir la ausencia de palabras clave,
que no esté la libertad y la sonrisa,
la justicia y la ilusión,
la igualdad y la belleza,
la paz y el futuro.
Es que no puedo, ni debo
admitir la ausencia de tus derechos
si yo sí los poseo.
Enrique Javier Garcés de Los Fayos Ruiz