Vivía sin ilusión, sin dinero soltera y con un niño.
Vivía en un lugar, sin porvenir, pensé en emigrar a España, porque me dijeron que seguro encontraría trabajo, no pensé que sería fácil, pero mi desesperación estaba tocando fondo, no tenía nada que perder y me arriesgué.
Me puse en la carretera sin saber que podía suceder, paró un coche, me preguntó: ¿necesitas algo guapa?
Pobrecilla… ahí empezó otra pesadilla.
Sin embargo, tuvo la suerte que pasó un control que tenía la guardia civil y pidió auxilio. En ese momento, logró sentirse en lugar seguro.
El emigrante en España tiene igualdad de derechos; es como el invitado que se le trata bien.
Chus.